Se ha acabado la Semana Santa. Eso significa que las jornadas laborales vuelven a ser normales (por lo general, demasiado largas) y que entramos de lleno en la primavera. Pero cuidado: no significa que nos podamos olvidar de la Iglesia simplemente porque no celebremos ninguna festividad especial.
La Iglesia está ahí los 365 del año (¡este año, incluso 366!) para recordarnos que Cristo andaba confuso cuando decía aquellas chorradas de que debemos tratarnos los unos a los otros como hermanos independientemente de que seamos pescadores, nos prostituyamos o tengamos alguna enfermedad contagiosa como la lepra. Debía de estar algo más que confuso (John Niven aclararía: emporrado hasta las cejas) cuando se empeñaba en quitarle importancia a lo terrenal, en declarar que lo importante era tener la conciencia tranquila, que la felicidad de uno llegaba a través de la de los demás.
Como decía, menos mal que tenemos a la Iglesia 24/7 y a toda la parafernalia de oros y voceras del Vaticano porque lo malo de las doctrinas que nacen de la confusión es que pueden sonar bien, nos podrían llegar a gustar incluso y entonces lo mismo amábamos igual a un homosexual que a un heterosexual, a una mujer que a un hombre, a un negro que a un blanco, a un pobre que a un rico, a una hora de paz que a una de esclavismo económico. Good Lord.
(Vidrieras “Holy Shit”, “Good Lord” y “Oh Hell” de TrustoCorp).
Muy bien, muy bien… Pero permíteme una puntualización: la Iglesia (también la Catódica, Berlusconiana y Aguirrana) está presente 2000 años al día, even if you are on vacations.